lunes, 26 de octubre de 2015

En nadar-dos-pájaros, de Flann O' Brien


"Tras haber colocado en mi boca pan suficiente para masticar tres minutos, deseché mis poderes de percepción sensorial y me retiré a la intimidad de mi mente, asumiendo mis ojos y mi rostro una expresión ausente y absorta. Reflexionaba sobre el tema de mis actividades literarias de los ratos de ocio. Que un libro tuviese un principio y un final era una cosa con la que yo no estaba de acuerdo. Un buen libro puede tener tres aperturas completamente distintas e interrelacionadas tan solo por la presciencia del autor, o en realidad cien veces otro tanto de finales."

En este blog se ha mencionado en muchas ocasiones el estilo personal-casi excéntrico- de algunos autores. Empezar un libro con una coma y acabarlo con dos puntos fue comentado como un rasgo formal de una novela de Clarice Lispector o una trama surrealista de cambios de espacio y de tiempo en los que hechos insólitos anudados con un uso del lenguaje particular y casi en código nos acercan, por medio de un rodeo de ingenio y humor a realidades que tenemos frente a los ojos y que no siempre vemos, como hizo Witold Gombrowicz en Ferdydurke, libro referente del modernismo europeo que he recordado en más de una ocasión durante la lectura de En nadar-dos-pájaros quizás por la semejanza del uso de un lenguaje exquisito atizado con grandes dosis de ingenio aunque los expertos no tengan claro si el libro de Flann O'Brien es algún tipo de modernismo tardío o más bien el precursor del posmodernismo. Lo cierto es que es un libro fascinante por su excentricidad en el fondo y en la forma y el párrafo introductorio desvela y sienta precedentes sobre lo que vamos a encontrar.Rompamos la línea clásica principio-nudo-final.

Lo primero que sorprende es, sin duda, el título. Está tomado del folklore irlandés y es el lugar en el que el rey Sweeney fue transformado en hombre pájaro y obligado a temer a los hombres y a desplazarse a saltos, lo que no podíamos esperar es que tan extraño y mitológico personaje saltara a las páginas de nuestro libro.

La línea narrativa es, solo en apariencia,  simple: conocemos a un joven estudiante dado a la holgazanería y al consumo de cigarrillos y alcohol siempre que el dinero lo permita que vive con su tío, un afable señor cuya máxima preocupación es el rendimiento de su sobrino en la universidad y al que recrimina pacientemente su ataraxia. Este estudiante sin nombre, aparte de los placeres que le conocemos y que ya hemos mencionado también tiene una inclinación por la literatura y trae un libro entre manos. Un libro un tanto especial porque está desprovisto de todo formalismo: contiene tres principios y llegará a tres finales, por lo tanto, asistimos al proceso de creación de la novela. Los tres puntos de partida son las historias de, en primer lugar, Puka McPhellimey, un ser perteneciente al folclore irlandés, un tipo de ser diabólico entre hombre y animal, en segundo lugar, y quizás la línea principal, John Furriskey, "nacido" con 25 años sin memoria pero con experiencias y con los dientes manchados de tabaco y en tercer lugar, la historia de un gigante heróico y de otros seres del folklore irlandés.

Todo se complica cuando Dermont Trellis, otra de las creaciones del estudiante empieza a escribir una novela en la que crea personajes,es escritor de westerns y "contrata", en palabras de Flann O'Brien, a seres de la mitología irlandesa. Las tramas de estudiante empiezan a entremezclarse y los personajes saltan de una trama a otra e incluso llegan a revelarse contra Trellis, que los obliga a permanecer en un hotel de su propiedad. Pero las excentricidades de Trellis son numerosas, sólo lee libros que tengan capas verdes y duerme casi todo el día, permitiendo a los personajes campar a su libre albedrío. No obstante, Trellis seguirá haciendo de las suyas, crea a Sheila Lamont, hermana de uno de los vaqueros de sus westerns, tan bella que la fuerza sexualmente y creando del parto a Orlick, que será determinante en la novela.A su vez crea a Peggy, una sirvienta del hotel,  para ser forzada por Furriskey que, en vez de atenerse al plan de su creador, termina enamorándose y formando un hogar con ella. El ansia de libertad de los vaqueros y de Furriskey los llevará a drogar a Trellis para que duerma aún más y así poder seguir con sus vidas.

¿Caótico? Sin duda, mucho y por ello Flann O'Brien nos remitirá, llegados a cierto punto a la página 88, donde encontraremos un resumen de los personajes, otra de las excentricidades añadidas de la novela. Falta detallar la historia de  Puka, ese ser diabolico del que no hemos hablado. Pues bien, una mañana, mientras duerme con su esposa recibe la visita de un Hado Bueno al que el adjetivo de su nombre no hace justicia: es caprichoso, pedante y engreído, para dirigirse juntos al hotel de Trellis porque Sheila está a punto a dar a luz a Orlick y Trellis requiere su presencia. Durante el camino encontrarán al resto de personajes mitológicos y a un poeta, Casey, cuya reputación es del todo inmerecida. Orlick nacerá adulto y se aliará con el resto de los personajes en un complot contra Trellis con el fin de conseguir la libertad y castigarlo por sus fechorías.

Las líneas temáticas descritas se mezclarán además, con la vida del joven estudiante, su tío y sus compañeros de clase y el proceso de creación de la novela, así, encontraremos definiciones de figuras estilísticas, reflexiones filosóficas y contrastes, muchos, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la vejez y la juventud y lo real y lo imaginario llegando a una extraña conclusión "La verdad es un número impar"

La experiencia de lectura fue fascinante de principio a fin, el estilo caótico no es un verdadero problema, generalmente no es difícil identificar en qué plano estamos, O'Brien logra introducirnos bien en cada parte. El factor que puede espesar un poco la lectura es quizás el desconocimiento sobre esos seres mitológicos cuya historia aparece adaptada en la novela, nada que un pequeño trabajo de investigación no pueda subsanar y que es imprescindible para la total comprensión de la obra. No obstante, no dejaré de recomendar el libro, que destacaré como una de las lecturas más placenteras por su delicioso estilo y por el ingenio que destila y que desata, en muchas ocasiones, la carcajada.
¡Adiós. Adiós, Adiós!




lunes, 19 de octubre de 2015

La hermana, de Sándor Márai

"Algunos hombres aman con el cuerpo, otros con el dinero o con el intelecto. Yo amo con la música. En nuestra relación, la música ha constituido un vínculo más estrecho que cualquier vínculo erótico y carnal. Tú que entiendes de todo y me hablas de la otra orilla, seguramente sabes qué fuerza tan inmensa posee la música. Tiene más fuerza que el beso, que la palabra, que el tacto. Lo que uno ya es incapaz de contar con el cuerpo y el espíritu, termina contándolo con la música. Yo he sido la única persona que ha sabido hablarle a ese cuerpo precioso y enfermo... ¿Acaso no lo sabías? Le hablaba con la ayuda de la música."

"Hay algo que tiene más fuerza que mi cuerpo, más fuerza que mi enfermedad, que la pasión y la voluntad del mundo, si, algo más fuerte que el destino y Dios: la disciplina del artista, la conciencia del demiurgo que no se apaga mientras no haya cumplido la tarea de la creación."






Intentar desgranar o trazar una línea temática sobre esta obra es una tarea imposible. La obra de por sí no lo hace, se esconde bajo las líneas y es la lectura abierta a la percepción la que logra extraer el jugo esencial; una sensación con la que se queda el lector  tan difícil de explicar con palabras.
Una primera parte  acoge al lector en un refugio de montaña  en vísperas de Navidad junto a unos personajes que parecerán cargar con el peso narrativo pero que acaban siendo circunstanciales. Se encuentran imposibilitados de salir de las cuatro paredes del edificio debido a las terribles inclemencias metereológicas. Márai parece aquí dar señas sobre el amor en la juventud, en la senectud, sobre el verdadero y el interesado, sobre el que vemos como convencional y el que vemos como insólito... Esta introducción que puede parecer insustancial al cabo de la novela y en el conjunto de la obra está ya cargada de introspección aunque su único cometido sea presentar al personaje principal: un hombre llamado simplemente Z. y al narrador inicial, justo antes de que sea el propio Z. el que tome la voz del relato.

El narrador se encuentra con Z., un eminente pianista y viejo conocido de tiempos pasados y mejores a quien una rara enfermedad todavía no había inhabilitado sus prodigiosos dedos de artista que conseguían arrancar al unísono composiciones de Chopin y Bach de un piano y el aplauso unánime del público. Después de una extraña despedida entre ambos, el narrador descubre que Z. ha muerto y recibe un manuscrito del artista contando "sin pretensiones literarias" los años de su enfermedad y cuidado de parte de unos médicos y unas monjas en un monasterio. Con la lectura del manuscrito por parte del narrador se produce el cambio de voz y será Z. quien nos introducirá en la novela  a través de estas páginas que decide ceder al narrador inicial.

Es aquí donde el lector debe abrirse al libro y dejarse arrastrar por la sensibilidad existencialista de Márai recordando que la sensación será la de encontrarse a la merced de un río de caudal furioso pero que ofrece ramas a las que aferrarse. ¿Querremos hacerlo?

Sirve de poco enumerar los hechos que ocurren durante la convalescencia de Z. (quién va, quién viene, quién habla, quién escucha). El manuscrito empieza con la toma de conciencia de una enfermedad que terminará imposibilitando al artista además de sumirlo en un estado de suspensión en el espacio y en el tiempo en el que las ramas querrán, o bien  ser asidas con fuerza al sonido de una voz femenina que le susurra "No quiero que te mueras", o bien esquivadas, entregándose de esta forma a lo inexorable o simplemente ignoradas a conciencia y a petición expresa para ello del pianista para que le sean administrados sedativos y morfina. La novela trata, pues, de la vida, de la muerte y del instante exacto entre estas ralentizado por los estados de ánimo del protagonista.

En su memoria aparece E., un antiguo amor imposible, no consumado y objeto de obsesión del artista. ¿Es E. el desencadenante de la enfermedad? Los médicos intentarán disuadir a Z. de amar de distintas maneras como cura de una enfermedad cuyo remedio no puede ser administrado de forma volitiva, intentarán convencerlo de que hay verdades supremas y divinas, otras mujeres, otros placeres pero ¿cómo cejar en el empeño de amar? 

Los diálogos entre los médicos y las monjas enfermeras se van intercalando con series de monólogos internos en los que priman la voluntad de vivir como método de curación a pesar de lo que dejamos por el camino. Surgirán dos preguntas : ¿muero con lo que tengo o sigo viviendo sin ello?

El libro posee además un componente autobiográfico claro, no hay más que hacer un viaje corto por la vida documentada del autor y de las visicitudes que hubo de pasar ¿cuántos instantes exactos entre vida o muerte? ¿Cuántas agonías ralentizadas por la incertidumbre, por los acontecimientos de su vida se asemejan con los de Z?  Márai siguió viviendo a su pesar y a pesar de todo, agarrándose con tenacidad a las ramas del río furioso de la vida hasta que, llegado al invierno de su vida, agotado por el hastío y la lucha constante tomó una decisión final. He evitado hablar del contexto historico-social de manera expresa; lo que ocurre entre estas líneas es universal y atemporal. En esta obra que desprende introspección y sensibilidad nos vemos todos reflejados, vemos nuestra rabia, nuestra pasividad, nuestra lasitud y nuestra viveza, nuestros días, partidos en horas, fraccionados en instantes, instantes de mera vida, instantes de los que llevamos las riendas, instantes que se nos desbocan; todo puede ocurrir en un instante y en un instante cabe toda una vida.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El fin del hombre rojo o la época del desencanto, de Svetlana Alexievich

Este libro se encontró en mi lista de "Las mejores lecturas de 2014" No sé si fue debido a mi fascinación por Rusia, por el periodo de la Guerra Fría, recuerdo con cierta nostalgia, a la vez producto de la inocencia infantil y de ciertas referencias, como la animación soviética a la que fui expuesto, contemplar con ojos abiertos el espacio que ocupaba la U.R.S.S. en el mapa del mundo. Imaginaba a "El erizo en la niebla" por los bosques rusos, a Cheburashka, y al cocodrilo Gena cantando "Vagón azul", personajes que siempre me simpatizaron más que los producidos por la factoría Disney.

¿Qué queda de todo aquello? Nada. O poco. ¿Quedan resquicios en algunos lugares? La bielorrusa Svetlana Alexievitch, magnetófono, cuaderno y bolígrafo en mano se decide a descubrirlo por ella misma.

Las casi 600 páginas que componen el libro recogen una serie de entrevistas a personajes que se muestran escépticos sobre la existencia del Homo Sovieticus, un híbrido que vive entre Oriente y Occidente y cuya realidad se aboca al fin cuanto más dirige la vista hacia el Oeste.

En este compendio de entrevistas encontramos todo tipo de opiniones, las diferencias entre la mentalidad del medio rural frente al urbano, la superficialidad del consumo que los que aún guardan los viejos valores no llegan a entender. ¿Eran felices bajo el yugo de Stalin o quizás fuera la simplicidad de la vida en esos años la fuente candente de felicidad? Las respuestas son tan contradictorias como vehementes. Los jóvenes no quieren oír hablar del pasado y de las desgracias, de la pobreza, la juventud moscovita se resarce en los centros comerciales comprando ropa de marca y gadgets de tecnología punta mientras que en la población de más edad, los valores se van perdiendo y están seguros de que conforman la última generación, las que se llevará eso valores a la tumba.

También hay quien sufrió en su propio cuerpo las barbaries cometidas por Stalin y reniega de lo soviético, con un dolor enquistado en el alma que parece recrudecerse al comprobar que el anhelado cambio no era más que polvo en los ojos.

El Авось ruso, ese sentimiento nacional que deposita el destino en la providencia, entre la confianza ciega, el optimismo inconsciente y la fe en la justicia poética se va diluyendo a golpe de rublos.

Alexievich no se inmiscuye en ningún momento, deposita el magnetófono en la mesa y deja hablar, escucha y anota cada punto, cada coma de los testimonios, algunos sosegados, otros enfurecidos, otros desilusionados, a la vez se siente desorientada, aún existen jóvenes que idealizan la U.R.S.S. pero no está segura de que estos nuevos valores sean equiparables a los existentes antes de la caída del muro. También hay cierta nostalgia por parte de la autora, cierto sentimiento de fraternidad con todos aquellos exsoviéticos que ahora pertenecen a otras repúblicas y que han abrazado su cultura autóctona... un pequeño homo sovietus yace latente aún dentro de ellos.

Alexievitch no se conforma con "deconstruir" el socialismo, entra en el alma del pueblo, en las pasiones, amores, tradiciones, risas y lágrimas porque, según la autora : "La historia solo se interesa en los hechos, las emociones siempre quedan al margen, no acostumbramos a dejarlos entrar en la historia y yo veo el mundo a través de los ojos de una literata, no de una experta en historia"

Y así se lee el compendio de entrevistas de Alexievitch,  pura historia a través de los sentimientos.

viernes, 2 de octubre de 2015

La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares

"Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó" 

“No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver.”

“Lloré durante el sueño y desperté con una inconsolable desesperanza porque Faustine no estaba y con llorado consuelo porque nos habíamos querido sin disimulo.” 

“Tal vez toda esa higiene de no esperar sea un poco ridícula. No esperar de la vida, para no arriesgarla; darse por muerto, para no morir.” 







Aclamada por el mismísimo Borges que calificó la obra más conocida de su compatriota de "perfecta", La invención de Morel es uno de los ejemplos más representativos de la ciencia ficción en lengua española.

Un fugitivo a la caza y captura se refugia en una isla hasta el momento desierta en la que empiezan a aparecer personajes que provocan al fugitivo la sensación de miedo porque estos podrían revelar su paradero y ser así capturado. Pronto divisará a Faustine, una mujer que cada tarde observa el horizonte desde la orilla pero al intentar interactuar con ella no encontrará respuesta. Extrañado por la reacción de la misteriosa mujer intentará establecer comunicación con el resto de personas que la acompañan obteniendo la misma indiferencia. Perplejo por la actitud de los personajes comienza a observarlos, a analizar cómo interactúan entre ellos y a ser testigo de que a veces actúan de forma poco coherente con las circunstancias. El fugitivo comienza a inquietarse por creer que está perdiendo la razón; dos hechos más: la aparición de dos soles y dos lunas y la misteriosa desaparición del grupo incitará al fugitivo a descubrir qué hay detrás de tan extraños hechos.

El grupo vuelve a aparecer y es así como el fugitivo desvela el secreto: todo es producto de la invención de Morel, un científico al que el fugitivo oye explicar lo que está ocurriendo en la isla.

Nos encontramos ante un texto de ciencia ficción, por su forma en el  que la trama principal es una excusa para cavilaciones filosóficas que solo podríamos analizar con cierta profundidad al conocer la resolución del relato aunque podríamos agrupar, a grandes rasgos, los temas principales: la idea de trascendencia, el concepto de eternidad y el libre albedrío.

En las pocas páginas de este relato brillante encontraremos claves existencialistas de una hondura profunda en un texto insólito en su forma. Queda al lector por descubrir para ello cuál  es la invención de Morel.