domingo, 20 de marzo de 2016

Migraciones

Tengo un rubor casi permanente en las mejillas producto de la insistente sonrisa que empuja con fuerza la comisura de los labios hacia los pómulos, una media luna convexa dibujada en el rostro, un gesto característico, risueño- lo definen algunos, tranquilo y despreocupado-lo definen otros. El opuesto de mi afuera está en mi adentro; una tendencia a la melancolía que me obliga a veces al recogimiento. El refugio está a la intemperie. Hay días en los que el clima nos deja opacidad de hielo en los cristales y nos vemos más allá, hay días en los que el calor extrae del asfalto una bruma que enturbia el panorama y torna en plomo el aire. Hay días en los que el ruido habitual de la ciudad sube un tono en estridencia y no puedo soportarlo. En estos días decido esconderme al aire libre. Con ambos pies fuera del umbral, la sonrisa vuelve a cobrar vida y se intensifica a la vez que me imagino, cayado en mano y hato a la espalda, un ser migratorio.

Camino, me alejo, los pasos me sumen en la inconsciencia, el calor, el frío, el ruido van cayendo detrás de mí y se van haciendo añicos. Empieza así el ritual del reencuentro conmigo mismo. Tras algunos kilómetros avisto el sendero, el calor, el frío y el ruido son ya inertes. Hierba y piedras a ambos lados y aves rapaces surcando los cielos. me adentro en el camino, en busca del refugio y cruzo el río, pienso en cómo el caudal se ajusta al flujo de mi sangre y llego al pie de la colina. Trepo con ahínco, con el esmero justo ¡tengo siempre tantas ganas de llegar! La impaciencia se apodera de mis actos, el corazón late alterado, excitado anticipándose al reencuentro. Me siento en la roca, con los pies colgando y miro, respiro, he migrado, estoy aquí, cuento los pasos recorridos. Prosigue el ritual. Doblo las rodillas y apoyo los talones en el borde, oigo el silencio y me entrego a la roca, me extiendo de espaldas sobre ella que me recibe fría o caliente, según el deseo del clima. No tardo en amoldarme a su forma, a su temperatura, cierro los ojos para estar más despierto, abro los sentidos. Aquí es donde me siento guarecido, solo sobre el campo, el río y las piedras, acompañado de mi soledad.

15 comentarios:

  1. Oh. Creo que es de las pocas veces que te hemos leído tan de cerca. Muchas gracias por dejarnos enturbiar esa soledad que tanto te cura.
    Besitos.

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  2. Que maravilla, casi me siento ahí contigo
    Besos

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  3. Los refugios a la intemperie y en soledad son también mis favoritos, lastima que no siempre puedo ir cuando los necesito y me tengo que conformar con refugios más transitados.

    Seguro que llevas la compañía de un libro ¿no?

    Abrazos!!

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  4. Me alegro de leerte de nuevo. Cuídate mucho.
    Besos:)

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  5. Qué bonito Yossi, es necesario evadirse el ruido constante y despejar la mente. Con tus palabras me he despejado yo tb. Qué bien que has aparecido de nuevo, te echábamos de menos.
    Besos

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  6. Un maestro a la hora de exponer sentires, Yossi. Disfruta de todo este período; suele pasar que la felicidad se vuelve efímera.
    Un gran abrazo para ti!

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  7. El caminante y su sombra que diría Nietzsche, disfruta del abrazo de la naturaleza que eso es media vida y lo demás son milongas...

    (Te recomiendo un 5 Stars en Goodreads que te debía una... Salut!)

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  8. Pues a disfrutar del camino, de la sonrisa y de la soledad. 1beso!

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  9. Oooooohhhhh qué guay!
    Me encanta la segunda foto, precioso paisaje =)

    Besotes

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  10. Ahí, en la naturaleza, está siempre el refugio. Un refugio que acoge y repele a la vez, porque la naturaleza no es amable. Es bella y feroz, por eso todas nuestras contradicciones encuentran en ella el mejor espejo para recogerse y acogerse. Para contrastarse.

    Me agrada saber de ti. Y saber así. En nada, yo estaré igual, pero apoyada en un faro, con los pies colgados de algún abismo con el mar de fondo.

    Abrazo fuerte

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  11. Es necesario el recogimiento, y así como lo pintas tú hasta se vuelve hermoso.

    Abrazos.

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